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Un brindis a su salud
Publicado en Gobledia 28/05/2015
Vino, cerveza, destilados ¿Qué tienen en común? Alcohol. Todos somos
conscientes del perjuicio de su abuso. ¿Pero conocemos sus beneficios?
No podemos dudar que el consumo de alcohol entraña riesgos. No voy a hablar de
moderación, pues los límites son tan dispares como personas existen en el mundo. La
frontera entre el bebedor social o moderado que disfruta de un placer y el alcohólico que ha
caído en la adicción, depende de la capacidad de cada uno por mantener el equilibrio
emocional; o como decía Daniel Goleman, de nuestra Inteligencia Emocional para
adaptarnos a las situaciones. Parece así que los problemas con el alcohol dependen de la
actitud y de la cantidad, en mutua relación.
Usted debe ser coherente y decidir respecto a la bebida; pero si decide, sanamente,
tomarse una copa, éste artículo es para usted. Mucho se ha hablado sobre el tema y casi
siempre en forma negativa. Espero, con este artículo, dar un poco más de coherencia al
consumo adulto, consciente, maduro, regular y moderado de las bebidas alcohólicas.
¿Cuándo surgió el alcohol?
Cualquier mezcla de sustancias azucaradas procedentes de cereales o frutas, si se deja en
reposo, resultará invadida por microorganismos y fermentará. De alguna manera, el hombre
hizo éste descubrimiento y lo aprovechó.
Ya en el Neolítico, los habitantes del Oriente Medio conocían el zumo fermentado de uva.
Por otro lado, aparecen referencias a la elaboración del vino en hebreo antiguo, en tablillas
sumerias, e inscripciones egipcias de 2500 años a. C. Sabemos que la elaboración de
cerveza (la llamaban “zythum”) ya era importante en Egipto hace 6000 años. Con el imperio
romano, la cerveza se extendió aún más.
Prácticamente hasta el siglo XVIII, en Europa, los procesos de elaboración de la cerveza no
salieron de los monasterios y conventos. Como dato anecdótico, comentaré que la cerveza
entró en España, desde Flandes, de la mano de Carlos I.
La clave de la elaboración de la cerveza (tengamos en cuenta que también son “cervezas”
el Sake de Japón, el Kuass de Rusia, el Pombre africano, el Pulque de Méjico, la sidra de
origen celta, ..) es la presencia o adición de levaduras al mosto o caldo . Esta levadura
fermenta e hidroliza (descompone) algunos de los azúcares, produciendo alcohol y dióxido
de carbono.
En el caso del vino, la piel de las uvas está recubierta de una capa cérea que contiene
células de mohos y levaduras silvestres (hasta 10 millones de células por uva) depositados
por la naturaleza en mutua colaboración. Los enzimas de estas levaduras fermentan los
azúcares dando alcohol y otros compuestos secundarios responsables del aroma y sabor
del vino.
De los mostos fermentados a los procesos de destilación hay un paso. En las bebidas
alcohólicas destiladas aumenta la concentración del alcohol junto a otras sustancias que
proporcionan los aromas y tonos de la bebida resultante.
Hasta aquí un poco de historia. Pero ¿cómo actúa el alcohol en el cuerpo? Antes de hablar
de las propiedades beneficiosas, debemos aclarar el metabolismo del alcohol en general; y
en particular en el caso de su ingesta en exceso. ¿Por qué hablar de lo negativo? Pues
porque es real, pero en el alcohol se produce una paradoja. Les explico. Por ejemplo,
diversas investigaciones han demostrado que a dosis moderadas, el alcohol (y no hablo del
vino, cerveza, etc; sino del alcohol como tal) protege de la demencia senil y del Alzheimer;
mientras que a altas dosis, produce el efecto contrario y favorece esas patologías. Así pues,
conozcamos más al alcohol.
No todas las bebidas alcohólicas se metabolizan igual ni tienen los mismos beneficios.
Indudablemente las bebidas alcohólicas no destiladas (vinos, cervezas, ..) presentan
numerosas propiedades añadidas que no están presentes en las bebidas alcohólicas
destiladas. Aún así, todas presentan un porcentaje de alcohol expresado en grados Baumé.
Basta multiplicarlos por 0’8 (que es la densidad aproximada del alcohol) y sabremos cuanto
alcohol real hay en la bebida. Este alcohol es del que nos interesa hablar.
Realmente, el alcohol es un anestésico y vasodilatador, no un estimulante. Concentraciones
de 0.05% a 0.10% de éste en la sangre produce una sensación de relajación, sedación y
euforia debido a la desinhibición que genera; por ello, se le considera equivocadamente
como un estimulante. Pero en realidad, el alcohol es un depresor del sistema nervioso
central. Lo que sucede es, que inicialmente, desinhibe al individuo y luego lo deprime.
Cuando el alcohol se ingiere se producen diversos cambios bioquímicos hasta ser
convertido en una sustancia llamada acetaldehído, que pasa a la sangre y se convierte en
diversos compuestos. Una vez el alcohol ha sido metabolizado en acetaldehído (más dañino
que el alcohol), produce el cuadro de intoxicación.
El alcohol ejerce su principal influencia sobre el sistema nervioso, y tanto la tolerancia
como la dependencia dependen en gran medida de sus efectos neuronales; actuando sobre
la membrana de las neuronas, gracias a su alta solubilidad en los lípidos.
Las propiedades sedantes del alcohol hacen que éste tenga sobre el organismo un efecto
anestésico sobre algunas áreas del cerebro. Técnicamente es una acción inhibitoria en los
receptores del neurotransmisor glutamato, produciendo modificaciones en el mecanismo
neuronal del hipocampo (encargado principalmente de las funciones de aprendizaje,
memoria y comportamiento) y del córtex (áreas motrices, sensoriales, etc.) disminuyendo
su actividad y afectando a nuestro comportamiento.
El alcohol puede ser absorbido a lo largo de todo el tracto gastrointestinal, desde la boca
hasta el recto; sin embargo, en el intestino delgado, duodeno y yeyuno hay mayor
absorción. Se absorbe también a través de la mucosa bucal, pasando al torrente circulatorio
y a través de los pulmones, por ser volátil. La absorción en la mucosa gástrica depende del
nivel de retención en el estómago; llega al hígado a través de la vena porta y allí tiene lugar,
en su mayoría, el metabolismo del alcohol.
Por ello, se dice que el principal órgano implicado en el metabolismo del alcohol es el
hígado, pues en él se lleva a cabo el 95% de su oxidación, y se produce un efecto químico
bastante nocivo. Algunos investigadores han demostrado que una dieta rica en alcohol
representa una sobrecarga masiva para el hígado. En esta situación, el alcohol se convierte
en el combustible principal, dejando el hígado de metabolizar su combustible habitual (que
son las grasas); esto da lugar a múltiples trastornos, como la acumulación de grasas que
no se oxidan, y la oxidación del etanol que produce grandes cantidades de hidrógeno.
Beber alcohol diariamente de forma moderada, puede reducir el riesgo de enfermedad
cardíaca coronaria
Este exceso de hidrógeno se utiliza para sintetizar más grasa y para la formación de lactato,
cuya elevada concentración en la sangre da lugar a la acidosis metabólica (factor muy
importante en muchos procesos patológicos). Como se sabe, el hígado lleva a cabo las
funciones de almacenamiento y metabolismo de determinados nutrientes, por lo que la
interferencia del alcohol en sus funciones puede producir deficiencias nutricionales
secundarias como, por ejemplo, las vitaminas B1 y B6; así como diversas alteraciones,
entre las que encontramos hipoglucemia y disfunciones en la contractibilidad y
recuperación del músculo cardíaco.
El consumo excesivo de alcohol causa una disfunción aguda y crónica del cerebro,
produciendo trastornos en el sistema nervioso central. Tanto la forma aguda como la
crónica provocan alteraciones en la memoria y en las funciones intelectuales complejas
(cálculo, comprensión y aprendizaje), además de alteraciones del juicio y la afectividad. Las
formas clínicas graves del síndrome alcohólico cerebral agudo pueden transcurrir sin
lesión anatómica cerebral permanente; por el contrario, el síndrome alcohólico cerebral
crónico se asocia a la existencia de una atrofia progresiva de los lóbulos frontales (tiene
que ver con el razonamiento, la planificación, parte del lenguaje y el movimiento,
emociones, resolución de problemas; así como la situación espacio-temporal).
Cuando el nivel de concentración de alcohol en la sangre oscila entre 0.10% y 0.20%, la
mayoría de los bebedores dan señales de intoxicación, produciéndose un impedimento
físico y mental que afecta la percepción y la coordinación muscular. Se retardan las
reacciones ante los estímulos, aparecen alteraciones en la discriminación visual y auditiva,
el lenguaje se hace confuso, se altera la expresión emocional y se inicia una confianza
exagerada en las propias capacidades.
Ante concentraciones mayores de 0.20% la persona se ve seriamente sedada, no podrá
mantenerse en pie, ni permanecer en estado de alerta. Si la concentración pasa de 0.40%, el
individuo entra en estado de coma, a partir de entonces y hasta un 0.60% está en peligro de
muerte, pues las funciones respiratoria y circulatoria pueden detenerse. Sólo entre el 5 y el
10% del alcohol es eliminado por la respiración, la orina y el sudor. El resto debe
absorberse por el propio cuerpo.
Entonces me dirán ¿qué tiene de saludable el alcohol? Normal que después de la anterior
exposición tengan dudas. Tengan en cuenta que, como siempre, hay que ser moderados en
el uso y disfrute de cualquier alimento o bebida. En las proporciones adecuadas, todo
puede ser beneficioso. La dosis diaria dependerá del peso de la persona, sus niveles de
grasa corporal, el grado de absorción digestiva, genética, hábito y disposición metabólica
de cada persona. Obsérvense y sean prudentes. Recuerden lo que les he dicho al principio.
En dosis moderadas, en lugar de dañar, protege y ayuda.
Imaginemos una comida cualquiera. Si ingerimos agua mientras comemos (y hay quién
traga agua sin compasión), diluimos los jugos gástricos y hacemos que la digestión sea
peor. Por el contrario, comer con vino o cerveza, ayuda a la digestión. Sus contenidos en
ácidos, minerales, enzimas y alcohol, ayudan al digestivo en sus funciones (salvo que
ustedes tengan una úlcera, en cuyo caso no deberían tomar alcohol; ¡pero tampoco
deberían beber mucha agua mientras comen! Pues se produce un efecto rebote de la
mucosa gástrica). Todo sea dicho, de entre las cervezas rubias, tostadas y negras, las más
digestivas son las tostadas; y las menos, las rubias.
Ampliando datos, hay numerosas investigaciones sobre las bondades de las bebidas
alcohólicas.
Según un estudio llevado a cabo por la British Cardiovascular Society en centros de salud
de España, beber alcohol diariamente de forma moderada, puede reducir el riesgo de
enfermedad cardíaca coronaria. En particular, disminuye las plaquetas en la pared vascular
y reduce la activación de algunas moléculas coagulantes, lo que disminuye la
predisposición a las trombosis.
Armin Imhof, de la Universidad de Ulm, en Alemania, ha indicado que los efectos
antiinflamatorios del alcohol (en general; y de la cerveza y vino en particular) podrían
explicar la reducción del riesgo cardiovascular.Basándose en los datos del Lyon Diet Heart
Study, que evaluó si la dieta mediterránea puede prevenir afecciones cardiovasculares o la
muerte después de un ataque cardíaco, los autores, pertenecientes a la Universidad Joseph
Fourier, de Grenoble (Francia), y coordinados por Michel de Lorgeril, determinaron que, los
varones de mediana edad que beben dos o más vasos de vino regularmente después de un
ataque cardiaco son menos propensos a sufrir un segundo infarto u otro tipo de
complicación cardiovascular en comparación con los no bebedores. Aunque está bien
establecido que los obesos corren mayor riesgo de cardiopatía, un nuevo informe indica
que éste puede disminuirse, al menos en parte, al consumir cantidades moderadas de vino
tinto. En su estudio, J. B. Dixon y sus colegas del Hospital Alfred en Melbourne, Australia,
hallaron que las personas obesas que consumían cantidades moderadas de vino tinto
tenían concentraciones inferiores de una proteína sanguínea llamada homocisteína. Las
altas concentraciones de homocisteína han sido vinculadas a un incremento en el riesgo de
enfermedad cardiovascular, así que al mantener las concentraciones de homocisteína bajo
control se puede reducir este riesgo. Los hallazgos se publicaron en una edición del
European Journal of Clinical Nutrition. Según los investigadores, los consumidores de vino
tinto tenían concentraciones sanguíneas de homocisteína un 17 por ciento más bajas que
las de los que no consumían alcohol y un 13 por ciento por debajo de las de quienes
informaron beber sobre todo cerveza o bebidas destiladas.
Un estudio científico del Hospital Universitario de Getafe en Madrid y comunicado por la
Fundación de investigación del vino y nutrición (FIVIN) han constatado que los polifenoles
que contiene el vino son beneficiosos contra el cáncer de próstata.
Por otro lado, un equipo de investigadores ha examinado la relación entre el consumo de
alcohol y el riesgo de demencia en un grupo de pacientes que formaba parte del estudio
Rotterdam. Los resultados obtenidos revelan que el consumo moderado de alcohol
(considerado como beber entre una y tres copas por día) estaba asociado con una
reducción del 42 por ciento del riesgo de demencia y cerca de un 70 por ciento menos de
riesgo de desarrollar una demencia vascular. El mecanismo por el que pueda explicarse
esta disminución de la demencia no está totalmente claro, pero parece aumentar la
formación de acetilcolina en el hipocampo estimulando el aprendizaje.
Según estudios recientes, el consumo moderado de alcohol reduce el riesgo de sufrir de
diabetes al aumentar la sensibilidad a la insulina y reduce los niveles de glucosa; protege
las articulaciones (se ha mostrado que las mujeres que consumen alcohol un par de veces
a la semana tienen menos riesgos de sufrir de artritis reumatoide que las que nunca bebían
alcohol.
Beber vino, en especial el blanco, puede ayudar a mantener la salud de los pulmones,
según un equipo de científicos estadounidenses. Los investigadores, de la Universidad de
Búfalo, consideran que el vino puede contener determinados nutrientes que ayudan a
mantener en buen estado los tejidos pulmonares.
¿Seguimos? Un estudio realizado en Finlandia descubrió que el riesgo de desarrollar
piedras en el riñón en hombres se reducía un 40% tomando una botella de cerveza al día
porque el lúpulo fortalece el calcio de los huesos y previene que se desarrollen piedras en
los riñones. Un par de cervezas al día reduce el riesgo de cataratas según las
investigaciones de unos científicos canadienses y estadounidenses que demostraron que
la cerveza, especialmente la negra, podía reducir también las posibilidades de padecer
arterioesclerosis y cataratas, especialmente en diabéticos, hasta un 50%. La cantidad de
antioxidantes en la cerveza negra y tostada es mayor que en las cervezas rubias, según los
investigadores John Trevithick, Ph.D., y Maurice Hirst, de la Universidad Western Ontario
(Canadá), y Joe Vinson, de la University de Scranton (Pennsylvania).
Los flavonoides que contiene la cerveza son unos potentes antioxidantes relacionados con
el incremento de la calcitonina. Al aumentar la actividad de las células que forman el hueso
y disminuir la de las que lo destruyen evitan la pérdida de masa ósea tras la menopausia.
Podría seguir así durante cien páginas más y seguiríamos hablando de las propiedades del
whisky a nivel cardiovascular, ampliamente estudiadas por la Universidad de Edimburgo;
las capacidades de ayuda metabólica frente a las grasas de la alimentación (y de la sangre)
constatadas del brandy y cognac; o incluso las propiedades digestivas, diuréticas e
hipoglucemiantes de la ginebra.
En una palabra. Piensen con la cabeza. Piensen en su salud. Y si disfrutan de un consumo
moderado y regular de una bebida alcohólica, sepan que quizás no lo estén haciendo tan
mal. Sean sabios y moderados a la par que prudentes en su consumo. Hoy, mientras coma
una sana y nutritiva comida, sepan que beberé una copa de buen vino tinto y brindaré a la
salud de usted, lector.
El alcohol es un depresor del sistema nervioso central. Lo que sucede es, que inicialmente,
desinhibe al individuo y luego lo deprime
Disfruten de su cerveza, o vino, o gin. Nos vemos la próxima semana con otro artículo.