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Amiga planta
Publicado en Gobledia 14/07/2015
Salud no es sólo comer bien, hacer ejercicio e ir al médico. ¿Y la salud
emocional? ¿Cómo nos afecta el simple acto de comunicarnos con nuestros
semejantes? ¿Semejantes? Quizás debamos ampliar un poco el concepto que
tenemos de "semejantes"
Hace miles de años, el hombre estaba profundamente unido a la naturaleza y conocía y
comprendía mucho mejor la interacción y la armonía existente con ella. En la medida en que
el hombre y la sociedad cambian y evolucionan, vamos perdiendo la conexión con ese
mundo natural que nos rodea. Hoy día vivimos enjaulados en casas y sistemas sociales,
encontrándonos alejados de un mundo que, a veces mudo, otras bramando al viento; busca
reclamar su lugar primigenio y esencial en nuestras vidas. Quizá sea esta una razón por la
cual el hombre comienza a valorar lo que ha perdido, aquel contacto, aquella sensación de
unidad con la naturaleza, aquel respeto mutuo por mutua colaboración. Nuestros sentidos e
inquietudes nos hacen rodearnos de animales y plantas; volver a la naturaleza los fines de
semana buscando quizás esa conexión que nos haga sentirnos, quizás, un poco menos
solos en un mundo en apariencia civilizado; sentirnos en profunda comunicación en el
silencio natural de un planeta en exceso lleno de ruidos. Simplemente, sentir la vida en su
origen.
Cuando el hombre, que trabaja en la planta diez de un edificio, se asoma tímidamente al
ventanal acristalado y mira... ve una ciudad cargada de humos, ruidos y polución. Entonces,
quizás, se acuerda de la importancia tan extraordinaria que tienen las plantas y que sin ellas
no existiría la vida tal y como la conocemos en nuestro planeta. Es posible que ese mismo
hombre tenga en su oficina plantas, y si se detiene a observarlas, podría pensar que, las
plantas, son algo más que elementos decorativos; viven, aman, rechazan, se ponen alegres
o tristes, comunican e incluso pueden producir otra serie de fenómenos.
Sí, ya lo sé. Les he vuelto a liar. Acabo de abrirles un mundo de locura y contradicción; pero
quizás descubran que las plantas, a pesar de lo que muchos piensan, son tan seres vivos
como el resto de los mortales que pisamos éste planeta.
El Ser humano se ha supravalorado; nos hemos creído los seres más completos de la
creación y en ese mirarse al espejo, cada vez tenemos menos en cuenta al resto de los
seres vivos de la Tierra. Pero ¿cómo es esa vida?. ¿Cómo podemos comunicarnos con
ellos? Estamos seguros de que muchos se harán estas preguntas, pero en silencio, ante el
miedo de que la sociedad les sitúe en el mundo de los lunáticos. Cuando se pierda ese
miedo, la evolución de la personas será más plena.
El dogma de Aristóteles de que las plantas tienen alma pero no sensibilidad, se perpetuó
por varios siglos. En el siglo XVIII, Carl von Linneo, abuelo de la botánica taxonómica
moderna, afirmó que las plantas sólo se diferenciaban de los animales y de los humanos en
que carecen de movilidad. Charles Darwin (naturalista del S. XIX, padre del Darwinismo
sobre el origen de las especies), dijo de los vegetales que sí tenían movimiento: "Las
plantas sólo adquieren y utilizan ese poder cuando les representa un beneficio", decía. A
principios del siglo XX, el biólogo francés Raoul France, afirmaba que las plantas mueven
su cuerpo con la misma libertad, facilidad y gracia que el más hábil animal o ser humano,
sólo que lo hacen a un ritmo mucho más lento. La idea fue considerada extraña y
escandalosa para la época.
Luther Burbank (botánico, horticultor y pionero en ciencias de la agricultura
estadounidense. Produjo y desarrolló más de 800 razas y variedades de plantas en su más
de 55 años de carrera) dijo hacer crecer a las plantas utilizando el mimo y el amor.
¿Les parece raro? Hagan un experimento que funcionará ocho de cada diez veces.
1º- Cojan diez tiestos iguales, 2º- Llénelos con igual cantidad de tierra, 3º- Coloquen tres
semillas iguales, en cada tiesto, 4º- Pongan los diez tiestos en un mismo lugar, de manera
que la temperatura, aire y luz, sea igual para todos los tiestos, 5º- A cinco tiestos pónganles
una etiqueta de "NO" y a los otros cinco una etiqueta de "SI". 6º- Diariamente los regaremos
a la misma hora, echando igual cantidad de agua en cada tiesto, 7º- También diariamente
dedicaremos 15 minutos a comunicarnos con los tiestos cuya etiqueta dice "SI". La
comunicación la podremos establecer así: pensaremos constantemente en esos cinco
tiestos, infundiéndoles pensamientos nobles, de cariño, de afecto, hablaremos con ellos
frases dulces y agradables, les daremos ánimos para que crezcan. ¿Resultado? Podremos
observar cómo los cinco tiestos con los que hemos mantenido conversación brotarán
mucho antes y mejor que los demás. Prueben.
Muchos han oído hablar de personas que tienen lo que se denomina “manos verdes” ; es
decir, hacen crecer fácilmente los vegetales en contraposición de aquellos con "manos
marrones" que poseen una capacidad para retrasar el crecimiento de las plantas. Ahora
bien, en sendos supuestos la técnica básica es la misma; concentración, meditación,
transmisión o comunicación... y la diferencia está en lo que se trasmite, esto es, en el caso
de las "manos marrones", se influye sobre la planta, dándole ordenes, dudando de su
fortaleza o de la capacidad de crecimiento o bien con constantes desprecios (es decir, lo
mismo que hacen muchas personas con sus allegados, ya sean trabajadores, parejas o
hijos). En el supuesto de las "manos verdes" lo trasmitido es precisamente lo contrario;
puro y simple positivismo.
En el desarrollo de la planta (y añado, de cualquier Ser vivo) es muy importante en qué
ambiente viva. Pensemos en un alimento anímico. Los pensamientos sanos y amorosos
constituyen un alimento para el alma; pues bien, comunicarle a las plantas esos
sentimientos, también es alimentarlas. ¿Tendrémos que aprender a comunicarnos con las
plantas para volver a ser capaces de comunicarnos con nuestros vecinos? ¡Vaya paradoja!
¿Y el sonido? Se dice que la música amansa las fieras, pero igualmente constituye un
elemento extraordinario para el desarrollo del mundo vegetal, tal y como fue comprobado
por el doctor T.C.N. Singh utilizando el violín con un grupo de mimosas.
Ya hemos hablado del agua y de su capacidad de vida en mi anterior artículo “Más claro,
Agua”. El agua, no sólo es beneficiosa y necesaria para las plantas, sino que al ser
básicamente conductora y comunicadora en muchos aspectos, sirve de vínculo del Mundo
Vivo.
Las plantas tiene además de un medio ambiente, una familia; la madre y sus hijos, los
retoños. Cuando podamos una planta no es igual cortar un tallo que otro, pues la sensación
de tristeza es distinta según los casos. En este punto son muy interesantes los estudios de
J.I. Rodale (uno de los primeros defensores de la agricultura ecológica en Estados Unidos).
Muchos hemos disfrutado de la película "Avatar" y hemos soñado ese mundo donde todo
ser vivo se comunica entre sí pareciendo estar íntimamente interconectado. ¿Y si fuera
verdad? T.G. Lethbrige descubrió que existen entre los vegetales campos de energía, y los
llamó "campos driáticos". El biólogo soviético Alexander Gurvich, que desarrolló la teoría
de los campos morfogenéticos, descubrió que las plantas producen unas radiaciones
invisibles a las que llamó “radiaciones nitrogenéticas”. Su teoría de los campos
morfogenéticos describe la conexión entre la información biológica, codificada en las
células, y la realización de la forma de un organismo en desarrollo. En 1990, el biólogo
Rupert Sheldrake propuso su teoría sobre los campos mórficos (campos de vida que
comunican toda vida en el planeta) que se deriva de la idea de Campos morfogéneticos.
Muchos son los científicos que han dedicado tiempo y esfuerzo a la comunicación de las
plantas. El profesor Sir Jagadi Chandra Bose, físico y biólogo notable que se centró en el
estudio del sistema nervioso de las plantas y los campos electromagnéticos; Marcel Vogel
(físico especializado en bioluminiscencia) que se centró en la biocomunicación; o los
experimentos del profesor E. Gruzinov sobre la memoria de las plantas.
Los experimentos de Cleave Backster y Steve White (“Biocommunication Capability :
Human Donors and in Vitro Leokocytes”), Bjorn Nordenstrom y otros muchos; muestran
cómo las células que una vez pertenecieron a un determinado organismo permanecen
conectadas con él incluso cuando se encuentran a kilómetros de distancia del mismo.
Quizás descubran que las plantas, a pesar de lo que muchos piensan, son tan seres vivos
como el resto de los mortales que pisamos éste planeta
Vamos a profundizar más en ésto. Para ello hablaremos de Cleve Backster, experto en
polígrafos que trabajó para la CIA, quién, en su libro "La vida secreta de las plantas" expuso
muchas de sus investigaciones. Una noche de 1966, estando en la escuela de policías
donde él enseñaba el uso del polígrafo, sintió curiosidad por ver si la hoja de una Dracaena
massangeana (que había traído su secretaria para decorar el lugar) sería afectada por el
agua volcada sobre sus raíces, y si así era, en qué manera. De esta forma, colocó el
electrodo de uno de sus detectores en una de las hojas de la planta.
La lógica indicaba que conforme la planta absorbiese por su tallo el agua administrada, se
produciría un aumento en la conductividad que ocasionaría un trazado positivo en su
aparato, cuyo núcleo está constituido por un galvanómetro (el que detecta diferencias de
potencial). Para sorpresa de Backster esto no ocurrió. En cambio, había una tendencia
inversa en el registro.
La forma más efectiva de desencadenar en una persona una reacción suficientemente
fuerte para producir un salto en el registro, es amenazarla. Backster decidió hacer esto con
la planta, y sumergió una de sus hojas en el café caliente que tenía en las manos. No hubo
ningún registro particular. Luego de estudiar varios minutos el problema, decidió llevar a
cabo una amenaza mayor : quemaría la hoja donde estaba colocado el electrodo.
En el instante que tuvo la imagen de la llama en mente hubo un cambio dramático en el
patrón de registro, en forma de una prolongada onda positiva. ¿Podía la planta haber leído
su mente ?
Cuando Backster dejó el cuarto y retornó con algunas cerillas, encontró otra repentina onda
que podía interpretarse como causada por su intención de llevar a cabo la agresión. Se
concentró nuevamente en quemar la hoja, pero esta vez hubo una menor reacción en el
gráfico. Más tarde, hizo repetidamente los ademanes de quemar la hoja, pero no obtuvo
ninguna reacción. La planta parecía ser capaz de diferenciar entre un intento real y uno
simulado.
En medio de la excitación, se dispuso a realizar estudios más meticulosos para establecer
mejor la reaciones de la planta y determinar a través de qué medio ocurría. Durante los
meses siguientes, se obtuvo registro tras registro de toda clase de plantas.
Las plantas reaccionaban no solo a amenazas producidas por humanos, sino también a
amenazas no formuladas, como la súbita aparición de un perro en el cuarto, o la entrada de
una persona que no gustase mucho de ellas. Entre las plantas y su cuidador se crea una
gran afinidad. Cualquiera fuera la distancia, utilizando cronómetros sincronizados, Backster
pudo advertir que sus plantas seguían reaccionando a sus pensamientos; sea en la
habitación contigua, en un pasillo cercano, al separarse por varios edificios e incluso por
kilómetros. Los seres convencionalmente inanimados, necesitan una revaluación",
concluyó. Al descubrir que las plantas no "cooperaban", porque "sabían" con antelación
que iban a ser objeto de un experimento, se dio cuenta de que el proceso debía ser
automatizado, sin ningún elemento emocional. Los resultados del registrador automatizado
que diseñó, mostraron que las plantas reaccionaban intensa y simultáneamente a la muerte
de un cangrejo en agua hirviendo. La reacción fue de cinco a uno, contra el margen de
casualidad.
Si las plantas están amenazadas por un gran peligro, Backster observó que pueden caer en
un estado de falta de respuesta similar al desvanecimiento o desmayo humanos. Llegó a la
conclusión de que las plantas podían ser hipnotizadas, inducidas a ese estado
intencionalmente por los humanos, en algo similar a lo que podría ocurrir en el sacrificio del
ganado al estilo judío. Comunicándose con la víctima, el matarife podía tranquilizarla para
introducirla en una muerte tranquila, evitando también que la carne quedase con un residuo
de "miedo químico" desagradable al paladar y nocivo para el consumidor (¡Vaya! ¿Acaso
acaban de darse cuenta que el estrés en los animales a sacrificar produce una carne de
peor calidad? Piensen en la forma en que el estrés y el maltrato, en general, afecta a todos
los Seres Vivos).
Uno de las experiencias más curiosas de Backster fue cuando se le requirió para ampliar
los detalles sobre un caso de asesinato. Dicho asesinato fue cometido en el apartamento de
la persona en particular y los únicos testigos mudos de la situación fueron las abundantes
plantas que la víctima cuidaba. Cuando Backster hizo pasar a los diferentes sospechosos
ante las plantas, todas comenzaron a "expresar" o experimentar reacciones mensurables
ante una persona en particular. Esto puso en alerta a la policía que estrechó el marco de
investigación sobre dicha persona hasta que se verificó (y la persona confesó) que ella era
la culpable.
El ingeniero A. Merkulov, refiriéndose a los experimentos de Backster, comentaba que los
científicos de Kazakistán habían hecho experimentos semejantes llegando a la conclusión
de que las plantas reaccionan ante las enfermedades de sus dueños y a sus estados
emocionales. También comprobaron que tenían memoria "a corto plazo". Después de haber
recibido una instrucción adecuada, las patatas y el trigo parecían tener capacidad para
recordar la frecuencia del encendido de una lámpara de hidrógeno-xenon. Las plantas
repetían las pulsaciones "con exactitud excepcional" al cabo de una pausa de hasta 18
horas.
Estos científicos también condicionaron a un filodendro para que reaccionara cuando se
ponía a su lado una piedra mineralizada. Aplicando el sistema que desarrrolló Pavlov
(“Teoría del Reflejo Condicionado”) con los perros, los científicos de Kazakistán
"castigaban" a un filodendro con un choque eléctrico cada vez que se colocaba junto a él
una piedra mineralizada. Al poco tiempo la planta se "molestaba emocionalmente" cuando
tenía al lado el mineral; y era capaz de distinguir entre el trozo de mineral y un pedazo de
roca cualquiera.
Al conocer los experimentos de Backster, el prestigioso físico de la IBM, Marcel Vogel,
pensó que era un charlatán. Sin embargo, repitió los experimentos con resultados tan
positivos que se dedicó a difundirlos; "Las plantas son objetos vivos, sensitivos, con sus
raíces en el espacio. Podrán ser ciegas, sordas e insensibles en el sentido humano, pero no
cabe la menor duda en mi mente que son instrumentos extraordinarios para medir las
emociones del hombre". Con la ayuda del Dr. Norman Gostein, Randall Pontes descubrió
una energía eléctrica que viajaba de célula a célula en la hiedra; lo cual es un fuerte indicio
de que posee un sistema nervioso simple, del que hasta entonces no se tenía la menor idea.
En 1970, el científico ruso Iván Isidrowich Gunar, aseguró que sus experimentos
confirmaban que las plantas tienen impulsos eléctricos parecidos a los impulsos nerviosos
del hombre.
¿Aún nos consideramos solos y únicos? La vida y las emociones no son sólo un hecho en
términos humanos. Recuérdenlo cada vez que pisen una planta o simplemente se la coman.
El mundo vegetal es un mundo tan sensitivo, o tal vez mayor, que el de los animales y seres
humanos.
Me encanta la pregunta que se hace Zorba en la novela “Zorba el Griego” de N. Kazantzakis
: “Si supiéramos lo que dicen las piedras, la lluvia y las flores, jefe. Quizás nos estén
llamando y no las oímos. ¿Cuándo se abrirán los oídos de la gente, jefe?”
Abramos nuestras mentes, nuestros sentidos, ¿nuestra intuición? (hablaremos en ella en
otro artículo) y descubramos un mundo que creemos mudo, pero cuya complejidad en
comunicación nos deja como simples, y a la vez, maravillosos seres humanos.
Aquí les dejo, con inquietudes para una mente abierta. Nos vemos en breve con un nuevo
artículo. Hasta entonces, cuiden a todos los Seres Vivos, ¡formamos parte de ellos!.