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A la rica primavera
Publicado en Gobledia 02/06/2015
Llega la Primavera y junto a la maravillosa explosión de color aparece la
somnolencia, la fatiga e incluso la depresión. ¿Qué es la astenia primaveral?
¿Un fenómeno climático, un desequilibrio biológico o ambas cosas?
Se acerca el cambio de estación y todo el mundo tiene en mente aquel dicho de “la
primavera la sangre altera”. ¿Pero realmente ocurre así? ¿Por qué?
Asociamos la primavera a las alergias, al enamoramiento (biológicamente hablando
es la época del “cortejo”, hormonal e instintivo, animal), a los suicidios juveniles y a la
astenia (cansancio o apatía psicofísica) estacional. Cada cosa parece diferente y sin
embargo todo está relacionado ¿cómo?; por la primavera.
Pero qué tiene de especial una estación para que seamos tan susceptibles a ella y
por qué. Intentaremos explicar en éste espacio las claves que nos permitan entender que el
ser humano es parte de la naturaleza y como tal, está sujeto a ella y sus cambios.
El encabezamiento de éste artículo hace referencia a una palabra que en sí misma
engloba la casi totalidad de los síntomas posibles : la Astenia. ¿Qué es?. La terminología
médica lo clasifica como un Trastorno Afectivo Estacional (SAD en inglés) en el cual
aparecen, entre otros síntomas, fatiga y/o abatimiento con crisis nerviosas que pueden
evidenciar ansiedad, irritabilidad, dificultad de percepción y concentración; somnolencia,
trastornos del sueño, e incluso depresión. Personas que tienen predisposición a las úlceras
de estómago o dolores reumáticos empeoran. Aumentan las crisis de angustia y dolores de
cabeza por exceso de tensión o estrés o aparecen las depresiones endógenas (generadas
dentro de uno mismo sin causa o desencadenantes aparentes externos) por falta de empuje
o de estímulos. A veces todo es un complejo malestar indefinido en que la medicina lo
cataloga como una falta de adaptación al aumento de los ciclos fotolumínicos (lo que se
llama biorritmopatía por el aumento a la exposición de las horas de sol). Este fenómeno es
dependiente de una hormona generada por nuestro cerebro llamada Melatonina, cuya
función es aún en gran parte desconocida pero se sabe que se activa por la luz. De ahí, que
una de las terapias usadas en medicina para regular la astenia psicofísica sean los “baños”
de luz promediados; es decir, solarizaciones o exposiciones a lámparas de “luz natural”
para producir la estimulación. Hay estudios que demuestran que durante ésta estación se
produce una alteración en nuestras glándulas suprarrenales (de ellas depende parte de la
respuesta ante el estrés y la resistencia al esfuerzo; así como muchas respuestas
hormonales físicas y cerebrales). Pero también existen estudios que relaccionan la astenia
con una disminución en el aprovechamiento de la glucosa metabólica (la energía
bioquímica del cuerpo y del cerebro); por lo que se ha comprobado que en ésta estación y
durante la crisis de astenia aumenta el consumo de hidratos de carbono (pan, pastas,
dulces, ..) y se producen disminuciones del hierro, de la serotonina (una hormona que actúa
como regulador cerebral junto a la dopamina) y de minerales como el zinc o el magnesio.
Pero, ¿por qué nuestro cerebro es tan sensible a la luz?. Seamos justos, no sólo
nuestro cerebro es sensible; todo nuestro ser es sensible a lo que nos rodea. Actualmente
hay una rama que abarca desde la medicina, la biología o incluso la ingeniería agrícola que
se ocupa de una disciplina llamada Biometeorología o bioclimatología (el estudio de las
variaciones del tiempo y su influencia en los seres vivos). Somos parte biológica integrante
en el mundo y estamos tan sujetos a él como la migración de las aves, el impulso afectivo
animal o la reacción de los escarabajos ante las tormentas. Los estudios realizados sobre
ello son muy numerosos, incluido el excepcional trabajo sobre biometeorología en urgencia
psiquiátrica realizado por el Dr. J. San Gil Martín de la Universidad de La Laguna (Tenerife).
La biometeorología (también llamada bioclimatología) es una vía de investigación en la cual
existen médicos, biólogos, ingenieros o físicos trabajando. Hace ya mucho tiempo se
empezaron a observar que las tormentas, la actividad solar o algo tan simple como la luna
producían variaciones en la fisiología y el comportamiento de los seres vivos entre los
cuales, por supuesto, estamos nosotros.
La tierra posee un campo magnético cuya vibración oscila entre 8 y 20 ciclos por
segundo (el ritmo de actividad cerebral llamado “alfa”) que es parte importante en el
desarrollo y mantenimiento de la vida. Las tormentas, por ejemplo, alteran
momentáneamente éste magnetismo hasta el punto de generar disfunciones cardíacas o
alterar una glándula cerebral (la glándula pineal) que tiene que ver en los ritmos biológicos.
A su vez, el campo eléctrico terrestre pasa de unos 130 voltios por metro cuadrado a nivel
del suelo a varios miles de voltios en caso de tormenta. Esto produce lo que se llama (y
tanto escuchamos por la radio) la ionización atmosférica; produciendo ansiedad, dolor de
cabeza, cansancio, somnolencia, malestar general, irritabilidad e incluso favorece la
depresión.
Pero también tenemos la influencia del sol. No sólo el número de horas de luz, sino
la actividad de lo que se denomina “manchas solares ” influye en el magnetismo terrestre (y
por supuesto en el hombre). Las investigaciones del profesor Picarddi, del geofísico Pierre
Bernard, o delos doctores Faure, Sardou, N. Schultz o M. Takata demostraron sus
influencias en el comportamiento humano. Cambios emocionales, alteraciones en la
resistencia inmunológica, reacciones bioquímicas en el suero sanguíneo o alteraciones
cardiorrespiratorias son algunos de los resultados evidentes. Se comprobó que las
alergias, las neumonías, los infartos, las embolias, las gripes o los dolores empeoraban
ante el paso de un frente atmosférico (se produce una variación de la presión atmosférica).
Así mismo el número de suicidios era mayor en período de perturbaciones de las manchas
solares (tormentas magnéticas), ionizaciones atmosféricas determinadas (efecto Fohem), o
incluso fenómenos de alteración del magnetismo terrestre por la influencia de la luna.
Nos empeñamos en creer que podemos dominar los elementos, pero estamos
sujetos a ellos. Ahora nos queda reconocer que desde una alergia hasta un simple dolor de
cabeza pasando por un ataque al corazón pueden ser síntomas de una falta de adaptación a
las reglas de la naturaleza. Hablamos en el artículo de la revista del mes pasado de la
influencia del estrés y de las reacciones alérgicas. Sabemos que nos condiciona a sufrir en
mayor medida esos ataques ante los pólenes de gramíneas (fiebre del heno), encinas,
hayas, pinos, olivos o incluso ortigas; propios de la primavera. Sabemos que durante la
crisis de astenia primaveral nuestro sistema inmune disminuye temporalmente mientras se
adapta al cambio estacional. Sabemos igualmente que todo nuestro cuerpo se revoluciona,
que las funciones hepáticas se alteran y con ello la sangre (de ahí el dicho con el que
empezábamos el artículo). Todo el mundo pasa por períodos de cansancio temporal e
hiperactividad hormonal (especialmente aquellos en pleno desarrollo y crecimiento). Pero,
¿qué podemos hacer para luchar o prevenir contra dichos cambios?
Siempre se ha sabido que en los cambios estacionales el cuerpo instintivamente se
debilitaba. Es lógico, contando que un cambio de estación es una variación geomagnética
de la tierra favorecida por la posición que ocupa relativa al sol. Desde antiguo, el hombre ha
intentado hallar y predecir con exactitud dichos cambios o ciclos naturales para prepararse
frente a ellos. Es harto conocido la necesidad de depurar el cuerpo y la sangre,
favoreciendo que estemos fuertes para dichos cambios. Las ensaladas, los zumos, las
infusiones depurativas, la regeneración de flora intestinal son, entre otros, los medios
necesarios. Profundicemos en ello.
Hace ya mucho tiempo se empezaron a observar que las tormentas, la actividad solar o algo
tan simple como la luna producían variaciones en la fisiología y el comportamiento de los
seres vivos
Hoy en día, todo el mundo le da por tomar ensaladas a todas horas. Se ha convertido
en la dieta clave (y aún más, en la cena popular). Pero, tiene sus usos y contraindicaciones.
Realmente, una buena ensalada mediterránea purifica la sangre y calma el estómago
fatigado por el abuso de carnes, grasas y dulces acumulados durante el invierno. Pero
(siempre hay un pero), no debe tomarse en consumo habitual si el contenido total de las
necesidades nutricionales de una persona no están cumplidos. Es decir, una dieta
depurativa a base de ensaladas y frutas realizada durante un período de tiempo no superior
a una semana previa al inicio de la estación primaveral es algo fabuloso y un gran descanso
para el organismo; pero, debe ser equilibrada con un mínimo de proteínas completas como
el huevo (suponemos que la ensalada lleva algo más que tomate y lechuga, para así tener
un mínimo de carbohidratos y vitaminas); pues de lo contrario, aumenta la astenia o
debilidad. El cuerpo tiene un gasto energético que implica un número concreto de
nutrientes. Podemos elegir cuales emplear, pero no podemos reducir la cantidad. En ésta
época, por el contrario, parece que a todo el mundo le dá por comer aún menos y más
ligero. Es un error que se paga caro.
Es cierto que no es época de meterse un cocido entre pecho y espalda con su tocino
y chorizo, pero tampoco lo es de tomarse un yogur e irse a la cama. ¿Cómo completarlo?
Aumentando la toma de líquidos : zumos y batidos. Hay una gran variedad de zumos, como
los energetizantes y depurativos, los alcalinizantes, o el regenerador de la sangre.
¿Queréis zumos? Aquí tenéis algunos :
1. Zumos energetizantes y antidepresivos (las cantidades a licuar son para una toma y
persona):
Poner en una licuadora 2 zanahorias y 1 ramita de perejil. Añadir si se quiere un poco de
agua.
Licuar 2 zanahorias, 1 rama de apio, medio limón y añadir al final la punta de un cuchillo de
mostaza blanca.
Licuar 2 zanahoras, 1 rama de apio, 1 rama de perejil, medio limón, media manzana.
¼ de piña tropical natural, 2 rábanos, 2 hojas de Diente de león.
2. Zumos energetizantes alcalinos y depurativos :
Licuar 2 zanahorias, 2 hojas verdes de repollo, una hoja de lechuga, una ramita de apio y
añadir al final la punta de cuchillo de pimienta blanca.
Licuar 1 remolacha roja, 2 zanahorias, media manzana y medio limón. Se puede añadir un
poco de agua al gusto).
Licuar 2 zanahorias, una rama de apio, media manzana, 1 hoja de espinacas naturales y una
ramita de perejil.
Licuar 2 zanahorias y añadir medio pepino y media remolacha roja. Se le puede añadir un
poco de agua al gusto.
3. Zumos regeneradores :
Licuar 2 zanahorias, 1 hoja de espinacas, 1 de lechuga, medio nabo pequeño, 1 ramita de
perejil.
Licuar 2 zanahorias, un trozo de chirivía y un poco de jengibre fresco.
Así mismo el consumo de infusiones depurativas como la bardana (Arctium Lappa),
el diente de león (Taraxacum officinale), la trinitaria o pensamiento (viola tricolor), la grama
(Agropyron repens), o la ortiga verde (Urtica dioica) combinadas o en grupos de tres entre
sí, son altamente beneficiosas para los fenómenos de la astenia primaveral.
De igual manera, hemos comentado que en ésta época disminuyen las absorciones
de magnesio, hierro, selenio y zinc. El aumento del consumo de complejos nutrientes o de
alimentos ricos en ellos son muy necesarios durante éste proceso. Así contamos con
alimentos ricos en hierro como los cereales completos, los espárragos verdes, las coles y
legumbres, las cerezas y las peras; o en magnesio como las legumbres, los cítricos,
manzanas, maíz, frutos secos, albaricoques o higos. Para el zinc encontramos las almejas y
sardinas, lácteos fermentados (yogur y cuajada), huevo, levadura de cerveza, y zanahorias.
Por último, nos queda hablar de aquellos alimentos que intervienen directamente en
las funciones cerebrales o en su regulación. Ya hemos hablado al principio de la influencia
de la luz y la melatonina; de la serotonina y la dopamina. ¿Cómo ayudar a su equilibrio?. La
naturaleza nos proporciona aminoácidos a través de las proteínas. Si las ingerimos
tendremos los elementos necesarios. Para ello necesitamos alimentos que nos
proporcionen triptófano (ayuda a generar serotonina en nuestro cuerpo), tirosina,
fenilalanina o glutámico. Todos ellos son aminoácidos que se encargan de las funciones
cerebrales como la sensación de cansancio, la falta de concentración, la irritabilidad o las
depresiones. Encontramos la fenilalanina y tirosina en las carnes como el pollo y los
quesos; y el triptófano en los productos lácteos (especialmente los fermentados o la leche
hervida).
Además, el ejercicio (parece una paradoja, pero el cansancio se combate con
movimiento y además aumenta el triptófano cerebral) y pocos dulces complementan la
terapia.
Somos seres que vivimos y sentimos junto a la tierra. Sensibles a los cambios
sutiles de ella y aún más a los originados por nuestros propios errores. Todo es remediable.
Sólo es cuestión de conocimiento y equilibrio. Como dice el refrán, “somos lo que
comemos”, así pues, ¡disfruten del menú y sonrían, que es primavera!.