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¡Vivan las vacaciones!
Publicado en Gobledia 21/07/2015
Con la llegada del verano, llega el calor, las “terrazas”, el tapeo, las piscinas y
las vacaciones. Si tan importantes son, ¿por qué causan tantos trastornos?
Denme un poco de su tiempo ¿Se vienen de Vacaciones?
El horizonte se extiende en la lejanía dibujando la línea imprecisa que separa una realidad
soñada a lo largo de un tiempo harto agotador. La mirada distraída, discretamente perdida,
mientras los pensamientos vagan entre la dudosa decisión de pedir otra bebida más o mirar
aquella persona o lugar que destaca, fugazmente, en el breve decorado de un teatro que se
repite, monótono, ante nosotros. Una bebida fría contrasta entre la mesa y un fondo pastel
que asemeja un difuso y bostezante cuadro de Sorolla. El tiempo pasa, y perdemos su
noción sin tan siquiera querer mirar las cansinas agujas del reloj.
Este podría ser el inicio de una novela de aquellas que empezamos a leer en la playa o en el
campo. Señores, llegan las vacaciones. Todo el año trabajando para tener un merecido
descanso. No hablamos de un fin de semana, ni siquiera de un puente ni una merecida
Semana Santa. Hablamos de unas completas vacaciones. Un período de tiempo que puede
suponer más de quince días de desconexión continua y total; o eso creemos.
¿Desconexión total? ¿Quién lo ha dicho?
Nos pasamos todo el año fuera de casa entre trabajo, compras, familia, colegios; y de golpe
nos encontramos con la pareja, los hijos, la madre, la suegra; o todo a la vez y a tiempo
completo. ¿Vacaciones? Pues sí. Pero con algunas puntualizaciones.
Las vacaciones suelen representar un momento importante y esperado de nuestras vidas,
dado que solemos reflejar en ellas una serie de expectativas tales como realizar ese
maravilloso viaje que a veces llevamos meses planeando, pasar más tiempo con los seres
queridos, o simplemente disfrutar de un periodo de calma y solaz descanso. Un período
donde cada persona cree marcar sus ritmos, ajena a la presión diaria de su rutina, laboral o
no, y cree tener la posibilidad de realizar aquellas tareas que, por falta de tiempo, ha ido
relegando hasta la desidia o la pura pereza.
Sin embargo, para muchas personas también supone ciertos quebraderos de cabeza al
modificarse sus hábitos diarios; como el fin del curso escolar y la presencia de los niños
todo el día en la casa, o pasando todo el día con la pareja que marca las horas y las
actividades con denotado entusiasmo. Pues si bien las vacaciones son el objeto de deseo
de casi todos, también son un componente generador de estrés y ansiedad; provocando
discusiones entre las parejas sobre los destinos y las maneras de realizar las vacaciones, el
alojamiento, el presupuesto a invertir, los días, las actividades, el equipaje, etc. Finalmente
llega el tan ansiado día, y nuevamente el estrés se dispara por el desplazamiento; donde el
nerviosismo y la irritabilidad afloran por no querer perder el avión, evitar atascos, no perder
a ningún miembro de la familia o simplemente ante la expectativa de un viaje donde
terminamos física y mentalmente agotados hasta pisar la tierra prometida.
Para evitar todos estos problemas la psicología enseña a buscar la participación común de
todos los miembros, planificar previamente todo el viaje, ver el viaje como parte natural de
las vacaciones, y un largo etcétera. ¡No es tan fácil! ¿Dónde dan el doctorado en relaciones
interpersonales? Hable y mantenga la calma con los niños que llevan quietos en las aulas
durante todo el año y se “asilvestran” en vacaciones (no digamos si alguno es
adolescente). O intente estar todo el día con su pareja; la misma con la que apenas convive
más que unas cuantas horas todos los días en la rutina anual, mirándose las 24 horas al día
con una expresión relajada en el rostro. Lo más probable es que usted, que lleva meses
frenético por el trabajo, los pagos, las juntas de vecinos y los problemas familiares propios
o adquiridos, pierda la calma y acabe rindiendo la poca paciencia que le queda.
No se enfaden conmigo. Afortunadamente nos queda el amor: a los hijos, la pareja, la
familia, a nosotros mismos, a las cervecitas o simplemente a no hacer nada. Todo es
cuestión de prioridades.
Sí, el amor... Diversos estudios muestran que con la mayor cantidad de sol en épocas
estivales, nuestro cuerpo segrega más hormonas, estimulando una glándula cerebral
llamada “epífisis” (que es la responsable de sentirnos anímicamente más optimistas) y se
dispare mucho más el deseo sexual. Las estadísticas no mienten. Se trata de un periodo en
el que se producen más infidelidades y en el que se comparte más tiempo juntos; lo que
también da pie a que se pueda discutir más, miradita más o miradita menos. El cambio de
rutina provoca más discusiones en la pareja y aumenta la necesidad de estar más tiempo al
aire libre donde sea más fácil la mutua convivencia. Esa falta de entendimiento que se
produce en los meses de verano, pasa a convertirse en demandas de separación cuando
llega septiembre. Así se demuestra en los despachos de abogados, donde casi el 80 por
ciento de las rupturas se tramitan al terminar las vacaciones.
Por favor, no pierdan los papeles. A veces nos volvemos cómodos con nuestras relaciones;
pero simplemente dediquen un tiempo a mirar a los ojos a esos niños o a esa pareja y
recuerden que las vacaciones también pueden ayudar a redescubrir el amor reflejado en los
ojos de sus seres queridos. El amor y el cariño nunca llegan a apagarse, sólo nos
olvidamos de avivarlo con el leve susurro de un “te quiero” aplicado al oído.
Por otro lado, nos guste o no, somos todos un poco adictos al trabajo, a la rutina y a los
hábitos comúnmente aceptados. Llegamos a casa y gruñimos. Nos sentamos en el sillón y
nos duele el cuerpo. Nos quejamos por todo, pero nuestras rutinas nos hacen sentirnos
bien y mal a la vez. Llenamos los huecos de una vida moderna, descaramelizada, donde la
socialización se impone como una salida necesaria dentro de un ritmo rigurosamente
marcado.
Pero llegan las vacaciones y nos cuesta desconectar. Perdemos la rutina habitual y nos es
difícil la adaptación, estar ociosos y, en muchas personas, se origina un trastorno de
ansiedad generalizada (TAG) o, síndrome de preocupación excesiva. Un trastorno que se
disimula, durante el año, con el ordenador o las “cañas” con los amigos; pero que queda en
evidencia durante las vacaciones.
Según la Organización Mundial de la Salud, un 29% de la población tiene un “trastorno de
ansiedad” o lo tendrá en algún momento. Dentro de este amplio abanico (que abarca a los
ataques de pánico, fobias y trastornos obsesivo-compulsivos), los sufridos preocupados
(llamados “worries”) representan un 6% de la población. El estrés se cura con las
vacaciones, pero la ansiedad empeora.
Por favor, ¡miren a esa persona que tienen cerca! ¡Disfruten de su bebida! ¡Respiren de ese
lugar especial! ¡Observen cómo pasa el tiempo y olvídense de él! Recuerden que la vida se
escapa sola en un suspiro; y aprender a disfrutar de su minuto de tiempo, implica
permitirse a uno mismo el ser capaz de dejarlo escapar.
Olviden la ansiedad llenando su espacio con algo que les haga disfrutar. La ansiedad, en
pacientes con enfermedades cardiovasculares incrementa hasta un 70% el riesgo de infarto.
Pero ¡ojo!, estamos hartos de ver el aumento de infartos en personas mayores durante los
meses de verano. Muchas personas (cada vez demasiadas) sufren de alteraciones
metabólicas del azúcar, del colesterol, hipertensión, alteraciones de la coagulación
sanguínea, o simplemente de obesidad. Nos pasamos todo el año a cubierto en nuestras
madrigueras sociales. Llegan las vacaciones y nos ponemos todo el día al sol, a nadar,
pasear o hacer ejercicio bajo un sol abrasador y un calor sofocante, sin saber que estos
procesos pueden conducir a accidentes vasculares cardíacos o cerebrales. Numerosos
estudios demuestran que el aumento de la radiación solar puede agudizar tendencias
patológicas como es el caso de la epilepsia, mareos, infartos cardiacos y depresión. La
insolación o el golpe de calor pueden tener efecto aún a la sombra o en el agua, por el
reflejo o concentración de los rayos solares. El organismo no es capaz de mantener la
temperatura y sube por encima de límites importantes.
Cuando el cerebro humano se somete a temperaturas muy elevadas puede llegar a
convulsionar y producirse daño cerebral. Es importante que las personas mayores estén
atentas a esta situación ya que tanto la sensación de sed por deshidratación como la
sensibilidad al frío y calor se ven afectadas por el envejecimiento normal. Ya hablé de la
deshidratación en mi artículo “Más claro, Agua”. Volveré a insistir. Beban muchos líquidos,
hidraten bien su cuerpo por dentro y por fuera (lo siento por ustedes, pero no vale el
alcohol pues deshidrata más rápido). Permítanse descansos y eviten forzar el cuerpo ante
el sol y su calor. Es importante para todos.
Por fin, cuando empezamos a sentirnos cómodos en las vacaciones y nos olvidamos de
casi todo, finalmente llega la vuelta a la rutina, laboral o no, y con ello al periodo conocido
como “síndrome post vacacional”. Este síndrome viene a durar unas dos semanas a lo
sumo; hasta que nuestro cuerpo y mente vuelve a adaptarse a las rutinas diarias. Sus
síntomas son bien conocidos por todos: depresión, irritabilidad, apatía, tristeza, dolores
musculares, insomnio, ansiedad, falta de concentración, melancolía. Todo esto generado
por el cambio de patrones de conducta durante las vacaciones.
¿Y la solución? ¿Seguir de vacaciones? Seguro que alguien lo ha pensado, pero
terminaríamos desquiciados de los nervios. Sé que no disfrutamos con la vuelta a las
rutinas cotidianas. Sé que nos gusta ese espacio en el cual sentirnos amos y señores de
nuestro tiempo. Sé que sin la oscuridad no seríamos capaces de disfrutar de la luz, y sin
ésta, tampoco encontraríamos alivio en la oscuridad. La vida son ciclos y la alternancia
entre ellos, es la vida.
Si no les gusta lo que hacen en su vida, ya sea su trabajo, su relación o sus amigos, ningún
tratamiento podrá evitar que sienta ese estrés post-vacacional causado por la ansiedad que
le produce una vida con la que no se siente realizado. Pero no desistan, tengan claros los
objetivos y decidan empezar a cambiarlos. No es fácil e implica dedicación, esfuerzo,
trabajo, dosis de creatividad y mucho corazón. La vida no regala fácilmente sonrisas,
empiecen por regalarse a sí mismos la primera.
Vivan plenamente las vacaciones y no hagan caso de las estadísticas. Cuídense y disfruten,
con cabeza, de su merecido descanso. Piensen que la vida solo lo es mientras existe.
Cuiden a quienes tengan cerca, regalen una caricia y susurren a su oído un aliento del
corazón.
Le deseo unas buenas vacaciones.