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Verde que te quiero verde

Publicado en Gobledia 13/05/2015

En anteriores artículos hemos hablado ya de las verduras, legumbres, hortalizas o frutas. Hemos compartido la experiencia de saber que una dieta básica de garbanzos cocinados inadecuadamente pueden ser dañino. Pero ¿en qué forma nos puede curar el mundo vegetal? Cuando hablamos de las propiedades del mundo vegetal, no hablamos sólo de una tradición natural; hablamos de un hecho profundamente investigado por la ciencia moderna. En los últimos 50 años la investigación se ha centrado en los hábitos dietéticos de determinadas regiones y su relación con las enfermedades que en ellos se producen o no. Actualmente el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) desarrolla una magnífica labor de identificación de principios activos en los alimentos que puedan producir beneficios para la salud. Intentaremos, a lo largo de éste artículo, juntar ambas tradiciones, la de la experiencia tradicional y la científica moderna. En los alimentos del mundo vegetal encontramos minerales, vitaminas, proteínas e hidratos de carbono. Todo ello engloba unas características nutricionales que favorecen el mantenimiento de la salud; desde el magnesio y la clorofila de los vegetales de hojas verdes con acción favorecedora de la regeneración celular y la producción de energía; el complejo vitamínico B que tiene una gran acción como mediadora en procesos bioquímicos y nerviosos; o la vitamina C y el hierro entre otros elementos. Pero la ciencia no sólo se preocupa de investigar estos elementos, sino que de un tiempo a ésta parte se empieza a centrar en lo que denomina “agentes fitoquímicos”. Muchos de éstos agentes químicos vegetales tienen por función defender a la planta de la acción solar y otros agentes que puedan suponer perjuicio al vegetal. Lo curioso es que dichas sustancias se identifican como potentes antibacterianos, antivíricos e incluso antitumorales. En un solo vegetal pueden identificarse hasta 10.000 compuestos fitoquímicos diferentes. Podríamos hablar del sulforáfano (un compuesto antioxidante, detoxificante y antitumoral presente en las coles y otras hortalizas), de las isoflavonas (genisteína y daizdeína entre otras); de los fitoestrógenos (soja, trébol, regaliz, tomillo, lúpulo, verbena, ..) tan usados hoy en día para trastornos menopáusicos (pero también con una marcada acción protectora del colesterol y la agregación plaquetaria, osteoporosis o incluso mediadora y protectora en cáncer de mama o de útero según las investigaciones de los doctores Fotsis, Adlercreutz, Higashi o Lamartiniere entre otros. De igual forma podremos hablar de la capacidad protectora (frente a los nitratos presentes en las carnes y embutidos), antioxidante e incluso antitumoral del licopeno (da color rojo al tomate), del ácido p-curámico y clorogénico del tomate, del pimiento verde, la piña, la zanahoria o de las fresas; del fenetil de isotiocianato de los repollos y nabos (protectores frente a los efectos nocivos del tabaco) o del ácido elágico de las fresas, frambuesas, arándanos y uvas (frente a patologías degenerativas respiratorias). Todo el mundo conoce (o debería conocer) la acción beneficiosa de las coles frente a las úlceras de estómago; la acción diurética y metabólica de la cebolla (saponinas y sulfuros) o la acción protectora, antiinflamatoria y antioxidante cardiovascular del ajo (sulfuro de alilo) y del vino tinto (resveratrol y otros polifenoles). En las coles, rábanos y nabos encontramos anticancerígenos, antioxidantes (ac. Fenólico), antibacterianos (glucosinatos), anticoagulantes (flavonoides), antiinflamatorios, inmunoestimulantes. El albaricoque, melocotón, limón, naranja, piña y otras frutas contienen anticancerígenos (fenoles, terpenos y carotenoides), antioxidantes, antibacterianos y anticoagulantes (flavonoides). El albaricoque, melocotón, limón, piña y otras frutas contienen anticancerígenos (fenoles, terpenos y carotenoides), antioxidantes, antibacterianos y anticoagulantes (flavonoides) Pero, a pesar de todo lo dicho hasta aquí, no quiere decir que nos volvamos locos a consumir tomates y otras verduras indiscriminadamente para controlar una enfermedad. Realmente es maravilloso el poder que reside en la naturaleza, pero las proporciones en que se encuentran dichos fitoquímicos nos indican que su principal función es preventiva. Una alimentación sana, baja en grasas y rica en verduras y hortalizas (la famosa dieta mediterránea) es el patrón principal a seguir para evitar favorecer el desarrollo de una enfermedad. Aún así, el mundo vegetal nos aporta numerosos remedios que las medicinas antiguas y tradicionales han comprobado frente a numerosos problemas. La medicina hindú llama al apio “Ajwan”, los chinos “Qincai” y los árabes “Elkrafess”. Gracias a su contenido en sales minerales activa el metabolismo eliminando las toxinas estancadas (“ama” en medicina ayurveda) y favoreciendo su eliminación. Uno de los muchos usos comprobados del apio es cocerlo troceado para consumir el líquido y ayudar a bajar la hipertensión (por su contenido en una sustancia llamada Bergapteno). Aquellas personas con tendencia a la acidez de estómago no deberán usarlo. Por otro lado, estamos acostumbrados al consumo de esa hortaliza de color morado que llamamos berenjena y los chinos “Qiezi”. Solemos tomarla cortada en rodajas, rebozadas y fritas o incluso asada. Esta verdura contiene, aparte de las sustancias nutritivas, los fitoquímicos trigonelina, stachydrina y colina entre otros. Pocos saben que usada adecuadamente puede ayudar a combatir el colesterol alto, controlar algunas hemorragias, actuar como antiinflamatorio local e incluso retrasar el envejecimiento; aún más, seca y molida es un gran remedio para las úlceras bucales y las encías sangrantes. Otra hortaliza muy conocida por todos, y a veces poco consumida, es la calabaza (“Nangua” en chino, o “Garaa” en árabe). Su pulpa es se usa internamente como antiinflamatoria, antiparasitaria y bactericida digestiva e intestinal (gracias a una sustancia llamada cucurbitacina, que además se ha comprobado que es un importante antitumoral); o externamente en pleuritis, dolor intercostal, quemaduras y heridas. ¿Os gustan los champiñones? . Pues sabed que tienen una propiedad antibiótica frente a estafilococos, colibacilos y bacilos tifoideos. Las últimas investigaciones realizadas sobre ellos han demostrado la efectividad de diversos de sus compuestos fitoquímicos en la hepatitis infecciosa e incluso una posible acción frente a la leucemia. Ayudan al estómago y a controlar el azúcar de la sangre. Su consumo habitual como sustituto de un plato de carne; ya sean cocidos, en sopa o añadidos (previamente escaldados) en ensalada ayuda en éstos casos. ¡Hay tanto que decir del mundo vegetal! Podríamos hablar de las propiedades hipoglucémicas de las judías verdes (cocidas al vapor o en zumos); de la acción de los pepinos en el metabolismo de las grasas (gracias a su contenido en alcohol propílico y ácido malónico), como diurético, en vitíligo y sobre pieles seborréicas. Podríamos hacer igualmente mención de las propiedades calmantes de la patata en las úlceras gastroduodenales y en las quemaduras; o incluso saludaríamos con respeto a la lechuga cuyo jugo lechoso es antibacteriano y favorece la expulsión del veneno de serpiente. Algunas recetas comprobadas : Pleuritis, quemaduras, heridas : Cocer calabaza y machacarla para formar un emplasto que se aplicará en la zona sensible. Disentería bacteriana : Especial para los excursionistas. Machacar una cabeza de ajos y verter agua hirviendo encima. Dejar macerando 24 horas en ambiente cálido. Filtrar y añadir azúcar morena hasta formar un jarabe. Tomar 2 cucharadas soperas cada 4 horas hasta curación. Tos con flemas abundantes, hepatitis infecciosa : Consumir champiñones a diario como alimento. Además se pueden cocer con raíz de jengibre para fortalecer aún más sus propiedades (100 g de champiñones junto a 20 g de jengibre). Eczema, prurito : Se lava la pulpa de la patata y se machaca para formar una pasta que se aplicará con una gasa en la zona afectada. Gripe : Cortar en rodajas y cocer 250 g de rábanos en 1 l de agua, a fuego lento, durante 1 hora. Añadir azúcar morena al gusto. Filtrar la mitad e ingerir. Pasada media hora calentar el resto, filtrar y tomar. Reposar y dejar que actúe. La naturaleza nos sorprende continuamente por la gran cantidad de remedios que nos ofrece, ya no solo en el mundo vegetal, sino en el animal y el mineral. Todo lo que nos rodea encierra un secreto. Los sabios antiguos decían, con gran respeto, que frente a cualquier enfermedad del mundo siempre había un remedio en la naturaleza. Sólo hay que saber encontrarlo. Me gustaría que todo el mundo mirara con otros ojos a ese mundo vegetal que nos rodea. Que no pensara sólo en una forma de llenarse el estómago. Que observen cómo la comida rápida y el abuso de alimentos grasos y proteínicos han ido degenerando nuestra salud hasta hacernos más sensibles al estrés y la contaminación. Valoremos nuestra salud. Retomemos el consumo habitual de frutas y verduras y sonriamos a esa maravillosa farmacia natural que tenemos en nuestro mercado. Apostemos por el futuro. Buen apetito y que les aproveche. Hasta la próxima semana.